23 de julio de 2007

PA' LA ÑINGA Y OTRAS BELLEZAS MÁS

Por Wolfgang González Beluche Comunicador radiofónico, Periodista y Catedrático Universitario wolfnost@gmail.com * Publicado el 23 de julio de 2007 en el portal informativo http://www.noti-news.com
Tal vez, el título que le presentamos le produzca a usted algún tipo de reacción no acostumbrada, al punto de asquearlo o asquearla antes de tiempo, pero seguro estamos que cuando profundice en la lectura, su interés aumentará. No es que “la palabrita” peque de “unisex”, pero la sabiduría popular nos permite conocer, que damas y caballeros la pronuncian para destacar no solo olores nauseabundos, o sea, que riñan con el olfato producto de los residuos del alimento que después de hecha la digestión, despide el cuerpo humano o en todo caso los animales, ya sean felinos, cánidos, porcinos, equinos, bovinos y demás del “reino semoviente” o también para resaltar estados de ánimo, como alegría, admiración, sorpresa y hasta tristeza, por ejemplo: “... que se vaya pa’ la ñinga”; “...pa’ la ñinga”; “¡... qué ñinga!”; “... ni ñinga” o simplemente “¡ñinga!”. Que suena fuerte... fortísimo, pero conozcamos lo que genera el desconocimiento y mal uso de los términos a nuestro idioma. Para comenzar, el vocablo “ñinga” no es privativo de nuestro glosario autóctono, afirmación comprobable en la vigésima segunda edición del diccionario de la lengua española, que nos la define como “sinónimo de cosa pequeña” o “poca o pizca”, utilizado así en el lenguaje de Cuba y Venezuela. En busca de más respuestas sobre el uso o desuso de nuestro sufrido vernáculo, sostuvimos un interesante diálogo con el Licenciado Lenin Somoza, joven valor del folklorismo nacional, quien contribuyendo al desarrollo del acervo, nos comentó que en este país, la usanza de esta palabra es originaria del interior de la República, para ser más preciso, las regiones de La Pintada, Churuquita, Penonomé y Coclé del Norte, todo en la Provincia de Coclé. Aún así, solicitamos información adicional, que ávidamente nos la facilitó el agreste hijo de la costa caribeña, con quien manteníamos una muy productiva tertulia a pesar de no contar con la histórica infusión negra, que por siglos ha proporcionado ambiente en estos coloquios. Don Lenin fue muy preciso al destacar, que este vocablo identifica una fruta silvestre de forma alargada y de cáscara dura, que emana de un árbol de tamaño mediano. Para todas y todos cuyas cabezas se hayan de otro color a causa del paso intempestivo del calendario, recordarán a la “ñinga” por su parecido con la “cañafístula”, otro producto frutal de origen campirano, que también posee forma alargada y cubierta dura, pero de un aroma muy fuerte al consumir la sustancia que contiene, con lo cual era fácil identificar al que la comía. Todavía desconocemos las razones por la que los moradores de las ya mencionadas localidades coclesanas, eligieron este fruto como sinónimo de mal olor, pues la investigación nos demuestra, que ésta… la ñinga, es inocente de todo lo que se le imputa, pues demostrado está que es inodora. Sería bueno pensar, que a raíz de un enfrentamiento salieron a relucir dimes y diretes, al punto que una de las partes quiso desempatar la cosa, atestando un duro golpe lingual al ego pendenciero de la parte contraria, desprestigiando no solo el aroma de la persona, sino también este producto de la madre naturaleza. Por qué no se dijeron “¡eres un cañafístula!”, seguro que desistieron de su uso por lo extenso de la palabra y determinaron que al gritarse ¡ñinga! se escuchaba mejor, guardando hasta más similitud con lo que ya sabemos. Lo crítico de todo esto, es cómo la práctica inapropiada del idioma, utiliza voces erróneas para destacar acciones muy diferentes a lo que identifican. Nuestro sistema de comunicación verbal, ha sido (y continúa siendo) una fastuosa herramienta de contacto entre los que la compartimos de forma coherente, pues el paso de los siglos así lo demuestra, enriqueciéndose con voces procedentes de distintas partes del globo terrestre (Arabia, Francia, Inglaterra, Estados Unidos de América), en donde la autoridad máxima, la Real Academia Española de la Lengua, concienzudamente investiga entre otras cosas la semántica, para de esta forma considerar en base a pruebas presentadas, si nuestro diccionario de manera selecta, se pueda enriquecer con nuevos y valiosos aportes y no de lo mal hablado, a causa de un consumo desmedido e inoportuno (en algunos casos) de sustancias etílicas o aquello que emana posterior a este acontecimiento, pues “la lengua de Cervantes” merece nuestro mayor respeto… y ya saben, si no les gustó pueden irse pero no a la ñinga, pues esta no contamina el olfato, aunque eso lo decide usted, sea feliz.